20 sept 2007

Jaume Balmes Urpía


Estudió en un seminario de Vic, y se doctoró en teología en la Universidad de Cervera.
Se instala en
Barcelona, y publica el "Consideraciones políticas sobre la situación" que tuvo cierto éxito. Viaja por Inglaterra y Francia.
En 1845 se traslada a Madrid donde funda el periódico
«El Pensamiento de la Nación». Muere de tuberculosis en 1848.

Generalmente la filosofía de Balmes es entendida meramente como "filosofía del sentido común", cuando en realidad se trata de algo bastante más complejo. Tanto en "Filosofía fundamental" como en "Filosofía elemental" (siendo ésta segunda obra de carácter más divulgativo) se trata el tema de la certeza.

Balmes divide la verdad en tres clases irreductibles, si bien hablamos de la misma cual si sólo fuera una. Éstas son las verdades subjetivas, las verdades racionales y las verdades objetivas. El primer tipo de verdad, la subjetiva, puede ser entendida como una realidad presente para el sujeto, que es real pero depende de la percepción del hablante. Por ejemplo, afirmar que se tiene frío o que se tiene sed son verdades subjetivas. El segundo tipo, la racional, es la verdad lógica y matemática, valiendo como ejemplo cualquier operación de éste tipo. Finalmente, la verdad objetiva se entiende como aquella que - aún percibida por todos- no entra dentro de la categoría de verdad racional: afirmar que el cielo es azul, o que en el bosque hay árboles.
Los tres tipos de verdad son irreductibles, y los métodos de captación difieren de una a la otra. Por ello, es menester que la filosofía plantee en primer lugar qué tipo de verdad buscamos.
Para Balmes no existe la posibilidad de dudar de todo: haciendo afirmación tal, olvidamos que hay una serie de reglas del pensar que admitimos como verdades para poder dudar. De forma similar a lo planteado por
San Agustín o Descartes, afirmar que dudamos implica necesariamente la certeza de que estamos dudando. De ésta manera, también la duda es una certeza. Es imposible un auténtico escéptico radical, pues no existe la duda universal.

La certeza es natural e intuitiva como la duda, y anterior a la filosofía. Así, la certeza común y natural engloba también a la certeza filosófica cartesiana. Para llegar a ésta certeza, son necesarios los llamados "criterios", los medios mediante los cuales podemos acceder a la verdad. Hay gran cantidad de criterios por haber, también, varios tipos de verdades. Sin embargo, Balmes prefiere distribuirlos en tres: los criterios de conciencia, los de evidencia y los de sentido común. Son éstos los criterios para acceder a los tres tipos de verdad. Definir como "filosofía del sentido común" el corpus del pensamiento de Balmes no se debe tanto a su concepción del sentido común como inherente al quehacer filosófico, sino especialmente por su definición de éste sentido como criterio para alcanzar una certeza. Llegados a éste punto, cabe señalar la relación de las verdades subjetivas con los criterios de conciencia, las verdades racionales con los de evidencia y finalmente, las verdades objetivas accesibles mediante el criterio del llamado "sentido común".

Por ello, Balmes defiende que la metafísica no debe sostenerse solamente sobre una columna, sino sobre tres que se corresponden con las tres verdades: así, el principio de conciencia cartesiano, el "cogito ergo sum", es una verdad subjetiva, mientras que el principio de no contradicción aristotélico es verdad racional. Finalmente, el sentido común, el instinto intelectual (tal vez sea "instinto intelectual" un término más específico que "sentido común") nos presenta la llamada verdad objetiva. Es imposible encontrar una verdad común a los tres principios.
De ésta manera, Balmes niega la exclusividad de las teorías de los filósofos: la filosofía es la plenitud del saber natural, y está arraigada al ser hombre. Afirmar, por ejemplo, que el cogito es la fundamentación de la verdad y la filosofía no es de por si una afirmación equivocada, pues es cierto lo que afirma, pero falso lo que niega, pues además del cogito hay otras posibilidades de fundamentación. Balmes no reduce ésta idea solamente al ámbito de la filosofía, y la extiende también al pensamiento humano general.
De ésta manera, la tesis fundamental de Balmes es que no existe una fórmula de la cual se pueda desprender el universo. No hay verdad de la cual surjan todas las demás. Llegados a éste punto, cabe definir con mayor profundidad los tres criterios.

Conciencia

La conciencia es aquello que se nota en el interior, lo que se piensa y experimenta. De nada servirían las sensaciones si no se experimentaran en la conciencia. Éste criterio tiene varias características: el primero es la naturaleza subjetiva de la conciencia, es decir, nuestra percepción es la del fenómeno, no la de la realidad, si bien para Balmes la subjetividad no implica que no sea verdad la certeza alcanzada. Tiene, además, la función de señalar o presentar. La conciencia no nos pone en contacto con la realidad exterior, ni con los demás (no podemos percibir- sí suponer- la existencia de conciencia en los otros), sino que presenta hechos, es un absoluto que prescinde de relaciones. La conciencia no tiene objetividad ni luz, es pura presencia.
Cuando el lenguaje expresa la conciencia, la traiciona, pues no puede expresarse algo personal mediante algo universal. El lenguaje es incapaz de expresar la conciencia pura, algo que sí puede hacer- por ejemplo- el arte. Así mismo, tampoco puede errar la conciencia, pues no nos equivocamos en torno a la experiencia de la misma, si bien puede ésta ser falible cuando abandona su terreno para salir al exterior. No se da el error en el fenómeno interno, pero sí tal vez en su correspondencia con el exterior. Balmes, en contra de la machina animata cartesiana, defiende que los animales también tienen conciencia, pero en su caso se reduce a la sensación, y no a la intelectualización de la misma. Así, ellos poseen solamente una conciencia directa, mientras que los humanos- por nuestra capacidad intelectiva- poseemos también la conciencia refleja, que es la capacidad de reflexionar sobre las sensaciones de la conciencia directa.
Para Balmes, la conciencia es el fundamento de los otros criterios, y todos nacen necesariamente de ella.

Evidencia
A diferencia de la conciencia, la evidencia no es singular y contingente. La evidencia tiene universalidad y una necesidad lógica. Balmes divide entre dos tipos de evidencia, la inmediata y la mediata: la primera no requiere demostración, es un conocimiento a priori, como por ejemplo saber que todo objeto es igual a sí mismo. Por el otro lado, la evidencia mediata requiere de demostración.
La evidencia no capta un hecho, sino que capta sus relaciones. Se capta que la idea del predicado está en el sujeto (de forma similar al juicio analítico de
Kant). Toda evidencia se funda en el principio de no-contradicción, y se reduce a lo analítico. Olvida los juicios sintéticos que no son exclusivamente racionales, no considera que el criterio de evidencia vaya acompañado de los sentidos. Por ello, para Balmes el análisis de la conciencia es mejor que el análisis de la evidencia.

Instinto intelectual

El instinto intelectual nos da la correspondencia entre la idea y la realidad, no se trata de un instinto animal, sino de un instinto racional. Mediante éste instinto sabemos que existe lo que vemos, o que por lo menos existe una representación de lo que vemos. Éste tipo de verdades son por definición más amplias que las verdades intelectuales de la evidencia. Puede tenerse, además, la misma verdad por medio intelectual que por instinto: por poner un ejemplo, puede saberse si un negocio funciona o no mediante un estudio económico o mediante una intuición de sentido común. Así, en el sentido común existe lo inevidente- como las verdades morales, o las sensaciones- o aquello que mediante el instinto intelectual vemos como evidente, por ejemplo las verdades científicas. También es mediante éste instinto que conocemos verdades demostrables sin necesidad de demostrarlas, o consideramos la verdad como probabilidad, es decir, la conciencia de la contingencia: por poner un ejemplo, ser conscientes de las posibilidades que tenemos de ganar la lotería, o de lograr escribir algo coherente moviendo el bolígrafo aleatoriamente sobre el papel.

Para Balmes, éstos son los tres pilares de la metafísica. Para definir mejor esto, existe un análisis del cogito ergo sum cartesiano, según el cual la afirmación del "pienso, luego existo" cartesiano es en principio una verdad de conciencia, transformada posteriormente en una verdad intelectual de evidencia, un silogismo lógico cuya realidad se comprende mediante la intuición. Al haber fundamentado el cogito en algo intelectual, Descartes cae en el riesgo de reducir el cogito a algo lógico e intelectual. Por ello, para Balmes la conciencia es el pilar fundamental de la metafísica, pero para él trasciende el cogito la idea clara y distinta cartesiana: la conciencia es el pilar porque es en ella donde se vive la experiencia y se le da sentido.
Obras:
Entre otras:
Filosofía fundamental
Filosofía elemental
La religión demostrada al alcance de los niños,
Cartas a un escéptico,
Observaciones sobre los bienes del clero,
El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea,
Consideraciones políticas sobre la situación de España,
El criterio,
«Vindicación personal» (autobiografía ante los ataques recibidos)

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