5 nov 2007

LECTURAS COMENTADAS SOBRE EL LIBRO “APOCALIPTICOS E INTEGRADOS”


Por la Licda. Wanda Ramírez,
Profesora de Comunicación Social,
Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD.


(Primera Parte).-
Apocalípticos e Integrados es un estudio analítico y reflexivo que, sobre la cultura popular y los medios de comunicación, realizó el reconocido semiólogo y escritor italiano, Umberto Eco, a través de una serie de ensayos que examinan las diferentes posturas asumidas por la sociedad europea, de la década de los 60s, sobre la cultura de masas y los efectos que sobre esa cultura ejercían los medios, sobre todo la televisión.
Los planteamientos sobre los temas abordados por el autor de la obra, escrita en el año l964 y publicada su primera edición cuatro años después por la Editorial Lumen, se concentran en los efectos que producen los mensajes contenidos en la música, y en los muñequitos o dibujos animados, y otras imágenes, considerados de consumo masivo, los cuales se mantienen en vigencia a casi 40 años de su publicación, por el tratamiento que realiza a temas que aún siguen generando opinión y preocupación entre especialistas de las ciencias sociales, y de la Ciencia de la Comunicación.
Esos enfoques, al decir del autor, “harán que nunca más podamos ver con los mismos ojos el aparentemente sencillo e infantil mundo de Charlie Brown y sus amigos”, o el afán de hacer justicia contra los malhechores, que permanentemente exhibe en cada viñeta el superhéroe estadounidense, mejor conocido como Superman, o el hombre de acero.
La obra parte de un análisis realizado por el autor, en dos posiciones opuestas ante la cultura: la apocalíptica y la integrada, emanadas de los fenómenos de las costumbres, la cultura popular, la novela policíaca, y los tebeos (o muñequitos, como le llamamos en nuestro país), de la época de los años 60s.
Apocalípticos e Integrados consta de 366 páginas, y para su mejor aprovechamiento enfocaremos su contenido desde el análisis de tres aspectos fundamentales:
1.- Abordaremos el aspecto de la Cultura, y de la Cultura de Masas, así como la conceptualización de “los apocalípticos e integrados”.
2.- La importantización que para el autor tienen los personajes. Y por último,
3.- El valor de los sonidos y de las imágenes, como vehículos transmisores de la cultura de masas.
Según la perspectiva de Eco, “para la aristocracia, la idea de compartir la cultura de modo tal que pueda llegar y ser apreciada por todos es un contrasentido, por lo tanto, no se trataría de una cultura sino de una "anticultura".
Si embargo, quienes aceptan el fenómeno, sostienen que gracias a él es posible acercar a las grandes masas las manifestaciones artísticas, y otros eventos, a los que antes estaban marginados.
Según el autor, “Los aristócratas serán los pesimistas, y serán llamados los apocalípticos, y los optimistas serán denominados los integrados”.
Para mayor comprensión de su planteamiento el escritor italiano hace mención de un fragmento de uno de los discursos del filósofo griego Heráclito, para referirse a los Apocalípticos, citando lo siguiente:
“¿Por qué queréis arrastrarme a todas partes oh ignorantes? Yo no he escrito para vosotros, sino para quien pueda comprenderme. Para mí, uno vale por cien mil, y nada la multitud”, a lo que el autor advierte que, “si la cultura es un hecho aristocrático, cultivo celoso, asiduo y solitario de una interioridad refinada que se opone a la vulgaridad de la muchedumbre, la sola idea de una cultura compartida por todos, producida de modo que se adapte a todos, y elaborada a la medida de todos, es un contrasentido monstruoso”.
Para Eco, “La cultura de masas es la anticultura. Y puesto que ésta nace en el momento en que la presencia de las masas en la vida social se convierte en el fenómeno más evidente de un contexto histórico, la “cultura de masas” no es signo de una aberración transitoria y limitada, sino que llega a constituir el signo de una caída irrecuperable, ante la cual el hombre de cultura (último superviviente de la prehistoria, destinado a la extinción), no puede más que expresarse en términos de Apocalipsis”, o sea, en términos pesimistas y de frustración.
Sin embargo, a pesar de las conceptualizaciones de Umberto Eco y del filósofo de la ciudad de Éfeso, hoy Turquía, los sociólogos, antropólogos, y otros estudiosos de las Ciencias Sociales, han generado múltiples definiciones, válidas por demás, de lo que es la cultura, y la cultura de masas, por tanto, no hay criterios unívocos a este respecto.

Hay quienes definen la cultura como “Todo aquello que hace a la forma de vida de un pueblo, comunidad o grupo, es decir, sus usos, costumbres, tradiciones, manera de comunicarse y todo lo que hace a la identidad de ese grupo”. También se le define como “Un conjunto de modelos de comportamientos adquiridos, implícitos y explícitos que, transmitidos mediante símbolos, constituyen los elementos distintivos de los grupos humanos”.

Una definición simple de cultura es la forma como interactúan los individuos de los diferentes grupos sociales, en los espacios en que se desenvuelven, para realizar todo tipo de acciones y transmitirlas a las demás generaciones a través del tiempo.

Incluso, la
UNESCO, en su Declaración de México en 1982, planteó el siguiente concepto sobre éste particular:

“La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre (y yo aclaro, el ser humano) se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden”.

Como podemos observar muchas definiciones circulan y están plasmadas en numerosos textos de diversas disciplinas, las cuales tienden a considerar a la Cultura, en términos generales, como “el conjunto de rasgos distintivos que dan cohesión a una comunidad o grupo social, que generan el ámbito para su permanente renovación y sus heterogéneas manifestaciones”.

A estas conceptualizaciones tenemos que añadirles los conceptos filosóficos, sociológicos, históricos, antropológicos, industriales, publicitarios, etc., así como los nuevos sufijos y prefijos que se le anexan permanentemente, o los adjetivos y términos como: transculturación, aculturación; poscultura, subcultura, contracultura, multicultural y pluricultural, entre otros.

De modo que, un concepto tan amplio, ambiguo y ambicioso debe ser usado con sumo cuidado. Además, en la actualidad existe una tendencia a designar con el término de Cultura, todas las actividades que realizan los individuos de la sociedad de hoy, incluyendo las más negativas, entre las que figuran: la cultura de la droga, la de la violencia, o cultura de la muerte.

También está muy de moda la cultura de la corrupción, y de la prostitución, y las más ambiguas como: la cultura de la élite, o cultura superior o de la burguesía, y la cultura de masas, o cultura de los pobres o de las clases marginadas.

Para el sociólogo británico Raymond Williams, el concepto de cultura, en un sentido más corriente y popular, se ha solidificado en tres acepciones: “Podemos distinguir -afirma-, una gama de significados que va: desde un estado de desarrollo de la mente, como es el caso de una persona con cultura, una persona culta; los procesos de este desarrollo, como es el caso de los intereses culturales y las actividades culturales; y los medios de estos procesos, como son las artes y las obras humanas intelectuales”.

También, el sociólogo Luis Escobar, hace una distinción básica entre cultura superior o de élite, y cultura de masas, basándose en las creaciones artísticas y literarias de los pueblos.

Desde su perspectiva, cultura comprende todos los procesos y valores, tanto sociales como materiales, que integran una civilización, llegando a resumir toda la experiencia vital de cada individuo.

Según su criterio, la cultura superior se vincula al concepto más individualista de la cultura, el que hace referencia a determinado dominio intelectual y artístico, en tanto que Cultura de Masas alude a los aspectos de la vida de una sociedad: política, religión, costumbres, ética, ciencia, arte, técnica; es decir, todo aquello que la tipifica, la distingue y le permite subsistir y progresar.

Para Umberto Eco, la posición de los “apocalípticos” es un consuelo para el receptor de los medios masivos, entiéndase, de la radio, la televisión, el cine, los periódicos y las revistas, entre otros, porque cree formar parte de una pequeña comunidad de críticos elevados sobre la vulgaridad de la cultura de masas. En ese sentido, emisor y autor serían representantes de la cultura elitista o aristocrática.

Los términos Cultura de Masas, gozan de la imprecisión de no definir lo que es masa ni lo que es cultura, peor aún porque los apocalípticos, no acostumbran a producir un verdadero análisis de los contenidos culturales, limitándose a rechazarla como un todo. Y, por otro lado, tampoco investigan las audiencias como tales, sino que se limitan a caracterizarlas con el estereotipo del hombre masa.

Otro concepto que entra en juego, colocándose en la palestra es el de mass media (medios masivos), expresión anglosajona, que ha dado en llamar Media, a los medios de comunicación masivos, en tanto que éstos sólo son instrumentos artificiales que realizan su función en el proceso de la comunicación social.

Los “mass media” conforman un conjunto de actividades económicas, teniendo cada “media” o medio, una actividad económica diferente, por lo que es posible clasificarlos en subconjuntos como: prensa, cine, radio, televisión, y en la actualidad, la Internet.
En cuanto a las concepciones de los integrados, se produce el contraste sobre la reacción optimista de éstos, con respecto a la actitud pesimista y reaccionaria de los apocalípticos.
Dado que la televisión, los periódicos, la radio, el cine, las historietas, los video-juegos, y las populares telenovelas, ponen hoy en día los bienes culturales a disposición de toda la población, haciendo ligera la absorción de nociones y la recepción de información, estamos viviendo una época de ampliación del campo cultural a un nivel extenso, con el concurso de esos medios los cuales permiten la circulación masiva de un arte y una cultura denominada “popular”.
Que esta cultura surja de lo bajo, o sea confeccionada desde arriba para consumidores indefensos, es un problema que el integrado no se plantea.
Mientras los apocalípticos sobreviven precisamente elaborando teorías sobre la decadencia, los integrados rara vez teorizan, porque prefieren actuar, producir, y emitir cotidianamente sus mensajes a todos los niveles, por los medios disponibles.

En otras palabras, ambos asumen una posición de moralistas apocalípticos y de optimistas integrados, sin tomar en cuenta la función determinante que en ambos casos desempeñan en la sociedad actual, los medios de comunicación masivos, vehículos por excelencia para la divulgación y expansión de la cultura de masas.
Según Eco, “el Apocalipsis es una obsesión del que disiente, en cambio, la integración es la realidad concreta de aquellos que no disienten. En ese sentido, la imagen del Apocalipsis surge, de la integración que emerge de la lectura de textos de la cultura de masas.
Pero, ¿hasta qué punto los textos apocalípticos no representan el producto más sofisticado que se ofrece al consumo de las masas?, ya que los términos apocalípticos e integrados no plantean oposición entre dos actitudes, sino la predicación de dos adjetivos complementarios, adaptables a los mismos productores de una “crítica popular de la cultura popular”.
De manera que el error de los integrados es defender al extremo la cultura de masas creyendo que la multiplicación de los productos culturales es buena en sí misma, esto es, carecen de una actitud crítica que considere la posibilidad de buscar nuevas orientaciones.
Por ejemplo, en la página 51 del libro que analizamos, se trata el fenómeno de la Cultura de Masas y los “Niveles” de Cultura. Eco utiliza como ilustración una interesante conversación llevada a cabo entre el escribano Theut, encargado de registrar los acontecimientos del imperio egipcio, y el rey Thamus, acerca de la importancia de la escritura.
Es la siguiente: “Esta ciencia oh rey, - dijo Theut -, hará a los egipcios mas sabios y aptos para recordar, porque este hallazgo es remedio útil a la memoria y a la doctrina”, a lo que el rey le contesta: “Oh artificiosísimo Theut, unos son aptos para generar las artes, otros para juzgar qué ventajas o qué daños se derivarán para quienes se sirvan de ellas. Y ahora tú, como padre de las letras, en tu benevolencia hacia ellas has afirmado lo contrario de lo que pueden. Las letras, al dispensar del ejercicio de la memoria, serán causa del olvido en el ánimo de quienes las hayan aprendido, como aquellos que confiando en la escritura, recordarán por estos signos externos, no por ellos mismos, sino por un esfuerzos suyo interior”.
Es decir, los apocalípticos confían en que es posible proporcionar una cultura que evite el condicionamiento industrial, minimizando el valor que tienen los medios de comunicación para la modificación de los instrumentos culturales, a pesar de que, desde mediados del Siglo XV, cuando Gutenberg creó los tipos móviles y puso su invento al servicio de la humanidad, fueron los periódicos, las gacetas, las hojas sueltas impresas, y los folletines, los que sirvieron, en aquella época, como los primeros medios de divulgación de cultura a grandes grupos humanos.
Los llamados apocalípticos encuentran en la cultura de masas la hipérbole o exageración de lo que consideran la “anticultura”, para ellos signo de la decadencia total.
Su calificativo se debe a que exponen el fenómeno con tonos apocalípticos y se resisten a reconocer cualquier nuevo elemento como valioso, ya que esto implicaría un cambio que a la larga puede llegar a la aniquilación total de los patrones culturales ya establecidos por la élite.
Condenan todo aquello que tenga que ver con nuevas tecnologías y su empleo en el arte, y rechazan además la distribución de información, en abundantes cantidades, que puedan llegar a las multitudes, como es en la actualidad el uso de la Internet.
Los integrados, en cambio, son aquellos que creen de manera optimista que experimentamos una magnífica generalización del marco cultural, y defienden este fenómeno ciegamente. Están convencidos de las bondades de las nuevas tecnologías, y las difunden como parte fundamental de un futuro más libre y prometedor.
Los integrados representan, si extrapolamos el concepto desde el análisis de la cultura de masas, la capacidad divulgativa; el lenguaje ficticio, visto en su dote de significados culturales más sencillos para la receptividad literaria y cognoscitiva en general, sin embargo, resulta incomparable estudiar al individuo de hoy con el ser humano de antes del Siglo XV, cuando sólo circulaban muy precariamente algunos manuscritos, a los que sólo tenían acceso algunos miembros de la realeza y del alto clero católico, de modo que los conocimientos estaban vedados para las mayorías.

Sostiene Eco que con la invención de los diferentes medios de comunicación, el ser humano empieza a construir nuevos sistemas de valores acerca de su propia realidad, “valorar la función de la imprenta condicionándola a las medidas de un nuevo modelo de hombre típico de una civilización basada en la comunicación oral y visual, es un gesto de miopía histórica y antropológica, que no pocos han cometido”.

Y añade de manera enfática: “El procedimiento a adoptar es distinto y el camino a seguir es el que nos ha mostrado Marshall McLuhan, en su obra La Galaxia de Gutemberg, en el que intenta separar los elementos de un nuevo “hombre gutenbergiano”, con su sistema de valores, respecto al cual se valorará la nueva fisonomía adoptada por la comunicación cultural”.
Otros estudiosos de la cultura de masas que hicieron sus planteamientos durante la década de los 60s, junto a McLuhan y Eco, mantuvieron posiciones controversiales debido a sus arraigados criterios ideológicos acerca del tema, entre los que hay que mencionar a Dwight MacDonald y Cahier de Doléances, quienes se constituyeron en sus más enconados críticos, coincidiendo en comparar al hombre actual con el modelo de hombre de la época del Renacimiento, “culto y meditabundo, a quien una determinada condición económica le permitía cultivar con amorosa atención las propias experiencias interiores, y le garantizaba celosamente una absoluta originalidad”.

Para Eco existen equivocaciones en esa postura, por lo que propone un enfoque diferente a ese conflicto ideológico. Por una parte sostiene que, los integrados tienen un descuido grave cuando afirman que la producción cultural es buena en sí y por lo tanto no debe ser criticada; en cambio, los apocalípticos fallan al considerar a la cultura de masas como irrelevante sólo porque es industrial, sin ver las aportaciones valiosas que muchas veces puede generar.

A este respecto sostiene que “El hombre de una civilización de masas, empero, no es ya este hombre. Mejor o peor, es otro, y otras deberán ser sus vías de formación y de salvación. Identificarlas es por lo menos una de las tareas de los estudiosos de la cultura.”
Recordemos que para el semiólogo y escritor italiano la Internet, a diferencia de cualquier Enciclopedia no tiene discurso, no persigue construir un relato coherente sobre la totalidad, no es un sujeto y mucho menos un sujeto histórico, porque lo que circula a través de ella produce tantas síntesis diferentes como se quieran que a su vez se ordenan en tantas cosmovisiones como se quieran.
Asegura que toda cultura está regida por los filtros de las enciclopedias. “¡Si no se educa a los internautas para la navegación, acabaremos por tener 6 mil millones de enciclopedias, una por cada habitante del planeta!”
Sin embargo, no debemos desconocer la fuerza creciente que han experimentado los medios, en especial los audiovisuales, a partir de la década de los 80s, o mejor aún, la importancia e influencia que han desarrollado en nuestra vida cotidiana, como formas de utilización de nuestro tiempo libre y como fuentes de información, de formación, y de deformación de nuestro acervo cultural.


Finalmente, no es cuestión de calificar si es saludable o nociva la existencia de la cultura de masas: esto nos volvería forzosamente apocalípticos o integrados, dos posiciones antagónicas de los años sesenta.Tenemos que aceptar que existe, y sería definitivamente más edificante enfocar todos estos esfuerzos en torno a la cultura para lograr acciones que den como fruto verdaderos valores culturales.
WR.

1 comentario:

Anónimo dijo...

necesito un resumen de que significa esto con mis propias palabras pero no entiendo el libro y me lo he leído como 5 beses y no lo entiendo